miércoles, noviembre 18, 2009

Mi patrimonio...


A propósito de una conversación con Pancho Mouat sobre herencias y patrimonios, me surge esta especie de testamento, carta, crónica o como gusten llamarla...
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Con fecha de hoy, o con fecha de ayer, acá en Santiago, de preferencia en algún No lugar, o mejor aun, en una pequeña localidad del sur, he decidido dejar legado, heredar mis bienes, repartir mi patrimonio.

A mis hijos, con todo el amor que pudo haber cabido en mi, les heredo formalmente mis paseos por la plaza Ñuñoa cada domingo, el gusto por el helado de manjar - plátano, el cariño por el sur, mientras más al sur, más cariño. Para ellos las nubes en la forma que las deseen, todas las canciones que quieran y el manojo de palabras tiernas, que les entregué cada noche, para que las usen en los momentos que estimen necesarios. Confiero a ellos el amor por las cosas simples, las películas que vimos juntos, la guitarra de la abuela y la extensión de mi inmedible cariño, para que a su ves, ellos lo repartan a sus amigos, pareja y por sobre todo a su mamá.

A mi madre las flores del jardín, mi fe y mi razón, todas las canciones de Pablo Milanes y todas las películas de Almodovar, mi tranquilidad y mis mejores estados de ánimo, la paciencia de las plantas que adornan mi casa, la tolerancia, la alegría que me produce un brindis y la calma que me entregan las sonrisas.

A mi padre las dunas de Ritoque, todas las canciones de los Beatles y todas las películas de Clint Eastwood, la inquietud, el optimismo de los abrazos que la gente se da en las llegadas, mi cariño por los libros, mi capacidad de admirar y sorprenderme, la sutil belleza del viento al caminar junto a la persona que amas, la virtud de pedir perdón y también la de aceptarlo.

A mis hermanos la dosis justa de rock and roll, de guitarras acústicas y eléctricas. Todas las películas que me emocionaron, mi forma de saber perder, los colores de mi cubrecama, mis bares favoritos, mis platos favoritos, mis cervezas favoritas. Las ciudades que me acogieron en noches tiernas y no tan tiernas, mis tardes de terraza leyendo algún cuento de Berger y mis mañanas de sábado con cielo despejado.

Pongo a disposición de mis familiares y amigos todas mis carcajadas, el aprecio a los buenos y sencillos momentos, las noches de encuentro, el bar de la esquina y la plaza de abajo, los conciertos idos y los por ir, mi alegría, mis más sinceras alegrías.

Y a ti, compañera, amada, te dejo como herencia el amanecer, el de mañana, el de pasado, el de todos los días. El de cielos rojos, de celestes, de azules y anaranjados. La continuidad de mi amor para y desde nuestros hijos, la canasta para el pic nic, mi foto con Serrat, nuestras canciones favoritas, el cine del barrio y el de las butacas cómodas, la calma de todos aquellos lugares en donde sonreímos juntos.

A todos les cuento que no me fui, solo me ausento por un tiempo, pero como no tengo claro hasta cuando, he aprovechado de dispensar mis vienes a ti, a uds. Quienes son sin duda mi mayor fortuna.