jueves, octubre 14, 2010

Faltan miles por rescatar...



Sin el propósito de arruinar la fiesta ni sonar amargo o muy sindicalista, hoy me aliento a exigir que los flash, las camaritas y los animadores con risitas pegadas a la cara no nos enceguezcan ni oculten la verdadera lección que debemos sacar de la tragedia de nuestros mineros.

Desde ese ducto de 700 metros salieron 33 obreros con vida, que alegría divina!, pero también salieron 33 trabajadores pasados a llevar por una máquina que tiene como motor la codicia, el hambre de poder y el poco respeto que se le da a los que hacen la pega más dura, tal vez por el simple hecho de no tener un buen pasar educacional, mientras los de terno y corbata se abanican en sus asientos reclinables de cuero luego de visitar el gimnasio de moda.

Me parece que lo que debe quedar después de toda esta odisea, más allá del valor de cada uno de ellos, de su valentía y del esfuerzo técnico desplegado por especialistas y autoridades para el rescate, tenga que ver con que a todas luces en nuestro país los trabajadores realizan sus labores en condiciones extremadamente precarias, descuidando muchas veces su seguridad y sus vidas, por el interés desmesurado y de baja clase de empresarios que priman el ingreso, sus ganancias y plantean un desinterés absoluto por quien realiza el verdadero trabajo dentro de sus descriteriadas empresas, mientras ellos utilizan con suerte sus manos para firmar con sus rostros duros cochinos cheques.

Lo peor es que esto es absolutamente a todo nivel, lo veo en restaurantes, en oficinas, en agencias de publicidad, en panaderías, en barracas, en bombas de bencina, en fábricas de confecciones, en la agricultura, en la minería, etc, etc, etc.

Si le dimos una lección al mundo con esta organización perfecta de rescate, que grande sería el país si de una ves por todas la realidad de miles de trabajadores atrapados sobre la tierra, en la oscuridad de esta superficie, comenzara a girar a su favor.

Que las jefaturas sepan tratar, que la codicia y el poder no distorsionen la realidad de los dueños de estas empresas, personas que cuando ven sus ingresos aumentados al doble se vuelven, literalmente enfermas. Que se preocupen de mantener contentos a sus empleados, hacerlos sentir realizados y motivarlos no solo a través de bonificaciones en dinero, sino en empuje, en ganas, en felicitaciones, en ideas conjuntas, empalizar, saber mirar y entender desde el otro lado.

No pretendo sonar anacrónico, entiendo perfectamente como se mueven los sistemas económicos hoy, pero entiendo también que una buena empresa parte por la calidad humana de su equipo de trabajo y esa calidad humana comienza cuando el empleador ve a sus empleados como personas y no como generadores de números.

Me parece que esta gente está acostumbrada a exigir más por menos, al ahorro ratón que finalmente trae las peores consecuencias;“pero si es una horita y nada más”, “pero si te puedes acomodar en ese espacio” , “pero si la arreglamos hace un mes nomás”. Es lamentable que por un peso más que pretenden dejar caer en sus bolsillos vayan armando una red en efecto total y absolutamente inverso y perjudicial.

Acá la raíz me parece que esta en estos puntos. Si bien hay 33 historias de fondo que tendrán sus lecciones propias, ojala el mundo también se remezca al darse cuenta de esta realidad.

Y ahora que?. Que los mineros no se obnubilen, que los medios no los intoxiquen, que sus vidas lleguen al mejor punto de equilibrio para que la tranquilidad y el buen pasar sea disfrutado con humildad, sin excesos y alimentando el corazón. Que ahora no sean los medios de comunicación los que los encierren, que no sea ese su nuevo infierno, ni los transforme en lo que son sus jefes. Que finalmente todos abran los ojos y se puedan rescatar a los miles de obreros que quedan aun atrapados bajo un sistema y un modo tan oscuro como aquella maldita mina San José.

1 Comments:

At 12:40 p. m., Blogger Guille Arancibia said...

Absolutamente de acuerdo...y al fin de cuentas no se trata solo de cambiar la ley (o cumplirla al menos), sino de cambiar el modo.

 

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