lunes, octubre 06, 2008

Cocinando el disco del mes…

Asistir a un restaurante y vivir una instancia experiencial es el ingrediente que hoy por hoy exige un curioso inquieto o un experto sibarita. Se acabó el tiempo en donde te sentabas a esperar de manos cruzadas que llegaran con el plato de comida hasta tu mesa, comieras en media hra y te fueras a casa olvidándote en poco rato del lugar donde habías estado. Ahora se trata de vivir una situación que traspase el sentido del gusto y finalmente disfrutes de un momento integral, atractivo e inolvidable.

Fuimos al Ponle Cacao y disfrutamos más allá del gusto de la comida, como no, si de partida cocinamos nosotros mismos...

Surfeando por internet chequeaba restaurantes para una salida de Viernes con Ange y me tope con el Ponle Cacao, recordé que ella poco cocina y siempre ha querido aprender a hacerlo, que mejor entonces que ir a un lugar en donde ella preparé lo que nos comeremos, pensé, y hacer de una lección de cocina una experiencia linda para los dos. Por que claro, el “Ponle cacao” se trata de eso, sobre sus mesas hay discos dispuestos en fogones donde tu preparas tu plato con los ingredientes que desees; ¿qué decidimos?: mariscos, ostiones, calamares, camarones ecuatorianos; carnes de vacuno y cerdo, pollos, verduras para saltear, cebolla, papas y más; para aliñar: aceite de oliva, salsa de soya y vino blanco, sal y pimienta, orégano, ajo picado, capis de ají seco en trozos y lo mejor, ají merkén. Para que el éxito sea seguro, luego de traerte las fuentes con los ingredientes, y de dejar sobre la mesita del costado todos los aliños y accesorios, te traen también una receta, en donde aparecen las indicaciones para preparar el disco según lo que pediste. Uno puede pedir recetas pre determinadas o bien jugar y pedir cosas a tu gusto. Por si fuera poco el chef oficial del restaurante pasa por cada una de las mesas regulando el fogón y asesorándote en caso de que algo no esté saliendo como quieres o corresponde.

Entre vinos y risas Ange cocinó su primer disco de manera perfecta, todo en medida justa y puestos a cocción en el orden correcto. Mientras cambiábamos el color de nuestros rostros producto del calor y del Gran Tarapacá Cabernet, el fogón hacía lo suyo a intensidad justa y nosotros nos encargábamos de dar vueltas y hacer danzar las piezas del disco, sazonando con vinito y soya de vez en vez.

Qué podemos decir, finalmente el lugar cumple totalmente su objetivo; tal vez un par de detalles en contra podrían ser que tu ropa pasa a ser un trozo de carne más al salir del lugar, producto de la poderosa fusión de aromas. Por otro lado, el tener que considerar un presupuesto no menor para disfrutar del lugar (aunque bien lo vale), porque más allá de comernos un rico disco vivimos una experiencia completa, nos armamos nuestro menú y fuimos nosotros quienes decidimos cuando estaba listo para comerlo, todo esto en un ambiente cálido y familiar, de mucha madera y sin toques de glamour. Tal fue nuestra satisfacción que decidimos celebrar con otro vino y salimos del lugar satisfechos de haber comido rico, brindado con ganas y conversado mejor, fue tanto el cacao que le pusimos que nos fuimos incluso queriéndonos más.