miércoles, abril 15, 2009

Autoretrato...

Este fue el primer ejercicio que nos hicieron en el taller en el que estoy participando con el cronista del momento Francisco Mouat. Se trató de un autoretrato, a ver si les agrada...



Y acá estoy, escuchando otra ves a Bob Dylan y mirando desde mi terraza los movimientos en los loft del frente, haciéndoles una especie de soundtrack y creándoles historias a esas sombras. Otra ves me dan ganas de tocar la guitarra e inventar una canción con estos mismos tres acordes, no podría ser de otro modo por que no se otros. Tengo un lazo estrechísimo con la música, melómano inquieto me pierdo en discografías y meto canciones por mis venas casi de manera obsesiva, alucino con discos y letras, tomo y devoro biografías de aquellos héroes; de los más lúcidos aprendo, con los creativos me conmuevo y de los más malditos no escapo, a veces hasta me quemo con ellos. Amo las canciones, creo en las canciones, soy canciones.

Podría ser una canción de Dylan tocada en una noche de viento frío, como podría ser una de Charly sonando como el soundtrack de un tipo en un bar. Podría ser la más sambera de Caetano y la más triste de Jobim, la desesperada de Violeta y la lúcida de Serrat. Suelo ser a veces el más endemoniado tema de los Stone, y otras tantas una refrescante y lúcida sesión de Herbie Hancock.

Cuando desparramo ideas puedo ser como un disco entero de Frank Zappa, y a veces tan complejo e indescriptible como uno de Spinetta, tengo la pasión de una canción de Springsteen y soy introvertido como las primeras composiciones de Radiohead, tengo un humor medio Les luthiers, el romanticismo brutalmente honesto de Calamaro y muchas veces asumo la realidad tal como en una canción de Johny Cash.

Soy un wurlitzer de canciones, una mezcla de emociones. Un coro que afina y desafina, una guitarra acústica y otra eléctrica. Un vinilo, un cassette, un cd o un mp3, una melodía por la vida esperando de algún modo jamás dejar de sonar.