Alejandra Pizarnik y la gracia y desgracia de transmitir

Hablo como en mí se habla.
No mi voz obstinada en parecer una voz humana
sino la otra que atestigua
que no he cesado de morar en el bosque.

A Pizarnik

E retomado algunos párrafos de Alejandra Pizarnik paseando por páginas de literatura, ella es la poeta favorita de la Nati, le mostré a una amiga la existencia de esta mujer sobrecargada de emociones y me dijo que debe haber sido muy muy intensa. Nos fundimos un rato discutiendo sobre las parejas y la intensidad de las mismas, ya que de vuelta le contesté que haberla tenido de compañera debe de haber sido a lo menos una experiencia catártica. Entonces recordé lo que Javier me dijo el otro día con respecto a cuando uno tiene a alguien a su lado y comparte o se transmite cosas... una cosa es compartir y otra muy distinta es trasmitirse cosas, señaló seguro...

Entonces pensé, puedes compartir una cajetilla de cigarrillos, una canción de Jorge Drexler, una bufanda en forma de teclas de piano, un libro biográfico, un concierto de Aznar grabado en cassette desde una video, asistir a un concierto de Juanjo Dominguez, una pizza con amigos, unas cervezas en un viejo bar o etc.

A diferencia de ello, puedes transmitirte una lágrima en un hotel a medianoche, una sonrisa luego de comer pastas, una mirada profunda en una conversación seria, una bofetada borrachos al salir de un bar, tu cuerpo entero en la cima del amor, una caricia en el momento exacto, escuchar, escucharse, escucharte.

Mientras más se comparte mejor lo pasas, atravesando juntos el puente bajo el más lindo de los lagos podemos pasar horas, y horas, y días y meses. Mientras más se transmite, más seria se pone la cosa, y nos damos cuenta verdaderamente si caemos en lo correcto, nos perdemos o crecemos como enredadera hasta llegar a la luna más brillante o la de rostro más triste.

Tendrá que pasar un tiempo para reponer y retocar mi ciertos conceptos de amor y pareja que tenía, pasar por lo que otras veces ya hemos pasado. Hay tiempos en donde se nos caen ciertos preceptos que parecíamos tener ya dominados, es entonces el tiempo de rearmarlos recogiendo letras, palabras, canciones y momentos hasta poder luego volver a usarlos sin temor, que el miedo quede atrás y no pierda sentido seguir en pìe.

Evidenciar que aun nos queda camino por recorrer, y por ende experiencias por vivir y de aquello reflotar hasta volver a perderse si es necesario una y mil veces más, me atrevo a estar deacuerdo con la Pizarnik cuando le preguntan por si cree en la inspiración y contesta: No puedo creer en la "inspiración". Pero no se trata de una creencia sino de asistir a una evidencia.

Desnudo soñando una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron como a un fuego,
como a un poema escrito en un muro.




La Pizarnik pintó, tradujo a Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona entre otras cosas, sin lugar a dudas como dijo Alexandra era una mujer intensa, y reafirmo que haberla tenido de pareja debe haber sido una catarsis. Pero el 25 de septiembre de 1972, mientras pasaba un fin de semana fuera de la clínica siquiátrica donde estaba internada, murió de una sobredosis intencional de seconal.

Épico fin de la protagonista, no se trata de juzgar o hacer todo un ensayo sobre la forma en que decidió escapar un rato, solo estando bien vivos, con los ojos bien abiertos y el alma aun conciente podremos disfrutar a esta nube de hermoso invierno, y rescatar en ella la posibilidad de vibrar para bien o para mal en esta bien llamada perra vida.