Vacaciones...
Le dijimos hasta pronto a Romi agradecidos por la calidez de sus cabañas, la hamaca, la parrilla para los asados, los columpios, la vista hacia el mar y todos esos detalles que hacían del lugar un inolvidable, nos subimos al auto y partimos la vuelta con escala en Linares y Pichilemu.
Habíamos pasado dos semanas recorriendo el Sur con sol y sin él, con calor, con frío y hasta con lluvia. Conocimos Puerto Saavedra, en donde nos comimos un caldillo con un pescado gordo y entero dentro del plato, en Caburga nos bañamos a pesar de lo negro de las nubes, en Licanray nos insolamos de manera extrema sin dejar de reír y en Valdivia pasamos una noche en un extraño hotel de la ciudad, tomamos cerveza con miel y nos topamos con unos divertidos gringos.
Las dos escalas al regreso tuvieron cierto aire simbólico, en Linares nos quedamos una noche en la que fuera la casa de campo de mis abuelos, en donde viví un par de años con ellos, una casona centenaria y a estas alturas algo descuidada, a pesar de eso es un lugar imponente que no pierde su belleza y ese olor a historias por todos lados. La recorrimos recordando los días que viví ahí, buscamos fotos antiguas y objetos que trajeran consigo de regreso aquellos momentos con mis abuelos asumiendo su rol paterno con una entrega y cariño imperturbable, a la mañana antes de volver pasamos al cementerio, limpiamos el lugar en donde ambos descansan y conversamos con Ange acerca de la muerte y otras hierbas. Estábamos en eso cuando una viejecita se acercó y se puso a hablar con nosotros, nos prestó unos baldes para poner agua y le retribuí su favor con algo de dinero para capear la sed, lo agradeció tanto que casi lloraba, salimos del lugar en silencio, como con una satisfacción interior agradable, pusimos un disco de David Lebon y tomamos la carretera rumbo a Pichilemu.
Me tomo una foto con mi viejo con el sol hundiéndose en el mar de fondo y noto una cercanía especial, como no la sentía hace mucho tiempo, que buenos momentos nos traerá esta casa, le digo mientras sonreímos al flash que dispara Ange, por supuesto, me responde, este ya es uno de aquellos…
Llegamos a Santiago algo cansados, renovados y mejorados en muchos sentidos, nuestras vacaciones fueron divertidas, conocimos, celebramos, comimos, bailamos, bebimos, caminamos, nos bañamos y descansamos, pero por sobre todas las cosas crecimos.