martes, enero 10, 2006

El abrazo partido y otras hierbas...


La otra noche vi El Abrazo Partido, una película más simple que su título, de la escuela de Sorín (El Perro) o de Rebella y Stoll (Whisky), es decir, historias sencillas, personajes comunes y corrientes con una profundidad horizontal, en donde no se necesita de grandes eventualidades, pomposos encuentros o impresionantes epifanía para disfrutar con todo del vivir de grupos de gentes que parecen más cercanos a uno que una marraqueta con palta.

Me parece que aunque muchas veces queramos, no estamos formados de grandes historias, o mas bien dicho la grandiosidad de las historias no es medible según la fractura que puedan provocar en tu vida, no necesariamente cada ves que nos patean el culo tenemos una buena historia que contar.

Estamos rodeados de cosas simples que tienen un peso inmedible, no nos damos cuenta que en fracciones de segundo podemos estar cruzando la calle y viviendo tan solo con eso un capítulo completo de la novela de tu vida. Nos incomoda la cotidianeidad, odiamos la rutina y encontramos asquerosa la monotonía, pero todos esos conceptos se arraigan en nuestra cabeza por no saber formar mejor parte de aquellos detalles imperceptibles que nos pasan por el lado a cada rato.

Sin dudas que tenemos demasiada información, sin duda bebemos demasiado y queremos más, nos hace falta poner un poco el freno o dejar el carro por la bicicleta. No quiero con esto sonar a hipismo o humanismo o algo que tenga que ver con el color verde o con algún ismo y ese tipo de cosas, nunca fui hippie a pesar de haber vivido en el campo y si se fijan en El Abrazo partido, o en Whisky, o en Luna de avellaneda, las historias son absolutamente urbanas, no tienen nada de física cuántica, de filosofía contemporánea o de psicología profunda, no hay detrás grandes respuestas políticas o sociológicas sino más bien son retratos, fotografías urbanas, acontecimientos visibles y entendibles por el mismo tipo de personas que las viven. Lógicamente si queremos rebuscar en respuestas más contundentes vamos a encontrar cosas, pero considero que la premisa de estos relatos no pasa por eso, tal como tampoco debería pasar por la vida de cada uno de nosotros.

Que más quisiera yo, por ejemplo, no tener que buscar inmensas respuestas en películas de Aronofsky y quedarme más tiempo observando la mirada perdida del protagonista de bombón El Perro.

La divinidad no es un concepto extraterrenal, eso depende del modo en que se ocupe, es una cuestión de actitud, y si todos vamos hacia allá creo que las cosas podrían andar mejor.

Con este escrito pretendo ser con premeditación Lo Simple, hasta el hartazgo de rebuscarnos me despido tomando agua con hielo. Buenas Sandías.